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Seis voces comparten historias de inmigración

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Traducción por Dolores Duarte

Se fueron para escapar de la pobreza, la corrupción o la opresión, como siguen haciendo los inmigrantes. Se llevaron consigo pocas cosas, aparte de su gran deseo de conseguir una vida mejor en los EE.UU. Seis de los que encontraron su hogar en el valle de Roaring Fork también han mejorado su país adoptivo. En el sexto evento anual “Voces de los Inmigrantes”, patrocinado por English in Action, cada uno de ellos contó su historia a la sala llena de personas con cubrebocas en el Centro de Arte de Willits el pasado jueves por la noche.

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En un popurrí inicial, la violinista MinTze Wu captó las notas de desesperación y triunfo de los narradores. Actuó descalza, para transmitir el significado de lo que ella llamó “BenFeng”, o “correr con espíritu libre”. Cuando Wu contó más tarde su historia, recordó que se despidió de su familia en Taiwán a los 14 años, para estudiar música en Nueva York. 

Wu habló de su vínculo con su madre. “Ella siempre estuvo ahí”, desde el momento en que Wu nació siendo una decepción para sus padres, por no ser varón. “Estuvo ahí”, incluso cuando madre e hija se encontraban a miles de kilómetros de distancia, y la hija “tenía romances y fumaba cigarrillos”, sabiendo que su madre lo desaprobaba. “Abandoné su iglesia, pero estaba en sus oraciones”, dijo Wu. “Estaba allí con el corazón abierto de par en par”. 

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Como maestro de ceremonias, Samuel Bernal, quien dirige la radio La Tricolor, presentó a “la mujer más bella del mundo”, su esposa Iliana Rentería Bernal. Rentería Bernal trabajó en la profesión médica en México antes de emigrar. En la organización no lucrativa Raising a Reader, en el Roaring Fork Valley, promovió la alfabetización temprana y la colaboración de los padres. Más tarde se convirtió en una estratega de marketing digital para el alcance de la comunidad latina durante el cierre por la pandemia, cuando su marido estaba muy enfermo de COVID. “Tenía miedo de perderlo”, dijo Rentería Bernal, luchando para evitar las lágrimas. 

Creyendo fielmente que los medios de comunicación social podían ser compasivos, creó un grupo de apoyo en línea en español y tradujo información muy necesaria. A través del grupo, la gente dio dinero para alquiler, compartieron alimentos y compraron pañales. “Fue el poder de una increíble organización altruista”, dijo. “Los mensajes aumentaron exponencialmente. Estaba muy agotada”. 

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Jorge Montiel creció siendo pobre en Nogales, Sonora, en la frontera con Arizona. Se fue al norte cuando tenía 17 años para obtener una mejor educación. Montiel se graduó en el colegio comunitario, obtuvo un título en ingeniería mecánica y un MBA. Consiguió un trabajo en una empresa, se casó, tuvo hijos, compró una casa y un juego de palos de golf. “Era un chico pobre de Nogales con opciones de compra de acciones”. Decía que estaba viviendo el sueño americano. 

Montiel descubrió que la red de seguridad del sueño americano se desgarró cuando a su padre, quien había emigrado a Arizona por trabajo, le diagnosticaron un cáncer de colon y no tenía seguro médico. Jorge Montiel-Jaramillo murió un año después. Montiel estaba desolado. En los EE.UU. “tenemos recursos para ayudar a unos y a otros no”, dijo. “Tenía tres títulos, pero no pudieron ayudarme a salvar a mi padre”. Su sentimiento de culpa le llevó a dejar su trabajo en una empresa y a trabajar durante 17 años en Industrial Areas Foundation, una organización comunitaria nacional, basada en la fe, para comunidades marginadas. En 2019 Montiel se convirtió en fundador de la filial local llamada Mountain Voices Project. 

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Laura Segura llegó a los EE.UU. desde la Ciudad de México, embarazada de su primer hijo. Ejemplificó su maltrato. “No tenía palabras para describir la mujer independiente y poderosa que soy”, dijo. Segura trabaja ahora para la Coalición de Derechos de los Inmigrantes de Colorado.

Para Verónica Sacur, de Mendoza, Argentina, la oportunidad llamó a su puerta cuando un miembro del personal de Waldorf School on the Roaring Fork le pidió que enseñara español. Ganar lo suficiente para vivir había sido difícil en los Andes, dijo Sacur. La lucha continuaba en este valle montañoso. Cuando Sacur abrió la puerta esa mañana, descubrió que “todos los sacrificios merecían la pena, si una sola persona podía beneficiarse de mis habilidades”. 

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Nacida como Eeda Rosenberg en Polonia, Alexandra Yajko habló con emoción de su familia, convertida en refugiada política en 1970. En la universidad, alguien rayó “judía sucia” en su pupitre. Se culpaba a los judíos de la mala economía de Polonia. Su hermana mayor fue acosada por la policía secreta. Sus padres, traumatizados por haber visto morir a sus familias durante el Holocausto, revivían ese terror y temían su regreso. “Sus gritos nocturnos marcaron mi infancia”, dijo Yajko. “El antisemitismo, creíamos, murió con la muerte de Hitler”.

Los judíos polacos tenían tres meses para abandonar el país. Yajko recuerda la sombría noche en que su familia subió al tren en Polonia, atravesó Checoslovaquia y llegó a Viena. “Han cruzado la cortina de hierro”, anunció un soldado que, a diferencia de los soldados soviéticos, sonrió. Cuando llegaron al aeropuerto John F. Kennedy, cuatro meses después, un hombre de una organización de ayuda a judíos les dio la tarjeta de residente. 

Yajko fue la primera mujer decana del Colorado Mountain College (CMC) y directora general de la fundación del CMC. Recaudó más de 40 millones de dólares para el CMC y, tras su jubilación, ayudó a financiar el Centro Oncológico Calaway-Young de Glenwood Springs. 

Yajko finalizó “Voces de los inmigrantes” con otro recuerdo del hombre con las tarjetas de residencia. Se alejó y luego se dio la vuelta. “Ah, se me olvidaba”, dijo. “Bienvenidos a América”.

Tags: #Dolores Duarte #Dyana Z. Furmansky #English in Action #Klaus Kocher
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