Manos sudorosas, mariposas en el estómago, la cara punzante y las palabras a medio fluir. No, no hablo de síntomas por estar infectados con el coronavirus, sino de los síntomas que le dan a los valientes cuando deciden alzar su voz para defender su causa o abogar por sí solos. Levantar la mano o la voz, ponerse de pie o caminar hacia un micrófono requiere de agallas y de ser más fuertes que el miedo que nos paraliza. Ya hemos estado paralizados por mucho tiempo, con las ideas volando en la cabeza. Ya es inevitable el no dejarlas fluir y para que salgan haciendo eco entre los oyentes. ¡Algo tiene que pasar después de hablar! Las ideas llegan y se van, los espectadores tienen otra perspectiva, y los valientes tienen más coraje para seguir de pie. Suena muy romántico, y hasta poético, pero en el momento de nuestro turno, terminamos dejando que el silencio sea ensordecedor, y el que calla otorga. Dejando que alguien más decida por nosotros.

¿Cómo perdí el miedo de hablar en público? Es una de las preguntas más frecuentes que recibo, no tanto sobre temas comunitarios sino ¿Cómo fue que pude perder el miedo en sí? A lo que me parece muy simpático ya que ¿quién les ha dicho que perdí el miedo? Mínimo una vez a la semana tengo que presentar, hablar en público o tomar una decisión, y nuevamente es hacer que mi cuerpo sufra de ansiedad y nervios, y no solo por saber que me están observando mientras hablo, sino porque mi primer idioma es el español. Así que mi mente se convierte en una pista de baile donde tengo que coordinar las palabras en una especie de tango o danza de interpretación donde a veces el inglés sale cantado y con estrofas en mezclas de idiomas, ese tan ya famoso “spanglish”. Y del lenguaje corporal – ¡mejor ni hablamos! Las manos terminan expresando en señas, es como otro lenguaje, uno que cuenta relatos llenos de pasión y desesperación.

Pero mis ideas solo yo puedo expresarlas. ¡Nadie más! Y es mi responsabilidad hacerlo. Después de todo es el cambio que yo deseo por el cual yo abogo.

Hay una película infantil que recién estrenó en una plataforma de películas, donde uno de los personajes le enseñaba al otro como callar la voz de miedo interna, cada que quería hacer algo, todo lo lograba solo gritando: ¡Silencio Bruno! Hasta ya no escuchar esta voz por quedar aturdida por los gritos. Lo más magistral de esa parte de la historia no era que funcionaba, sino que él reconoció su temor o su conciencia y le tenía una identidad, sabía cómo no escucharlo y como mandarlo callar.

En este artículo intentaré darte herramientas para que también le puedas gritar a tus miedo: ¡Silencio Bruno! Eso sí, de una manera más apropiada para nosotros los adultos enfrentando temas serios. Sin necesidad de que enfrente de un maestro, al tener que abogar por tus hijos, termines gritando, ¡Silencio Bruno! Así que toma nota y ponlo en práctica.

Es muy importante que identifiques el problema exacto que deseas compartir. ¿Cuál es el inconveniente? ¿Por qué es un inconveniente o problema? ¿Quienes son los afectados? ¿Cómo son afectados? Hazte todas las preguntas que sean necesarias para identificar el problema. Una vez hecho eso, vas a hacer un resumen del problema, y lo vas a escribir en frases fáciles de memorizar. Después vas a analizar bien cuáles son las mejores soluciones según el área afectada. ¿Qué recursos hay? ¿Qué se ha hecho antes? ¿Qué tanto trabajo se requiere? (Modafinil) ¿Es algo que necesita atención del vecindario, escuela, municipal o de condado? ¿Quién está dispuesto a ayudar? ¿Quiénes son los aliados? Ahora de igual manera que los problemas vas a reducir las soluciones, y las vas a escribir de una manera que sean fáciles de exponer y de entender.

Intenta omitir nombres de personas a menos de que sea sumamente necesario.

Ahora parte de la solución es investigar el lugar adecuado para exponer. ¿Será una junta escolar? ¿Una reunión de vecinos? ¿Día, lugar y hora? ¿Hay una agenda? ¿Qué se necesita para poner tu nombre en la agenda?

Pareciera que son muchos pasos, pero créeme que te sentirás mejor al saber bien tu tema, así podrás estar preparado para tomar las preguntas que te puedan hacer.

Esto es solo una parte esencial, y lo más básico, pero hay mucho más que te puede ayudar. La doctora Judith, quien también escribe en este periodico y que aparte es muy querida en el valle, me invitó a hacer una pequeña clase sobre este tema. Gracias a todas las clases y entrenamientos que he tenido que tomar me siento cómoda de poder guiar a otros a cómo canalizar sus ideas para poder hacer buen uso de nuestra energía física a la hora de pedir un cambio o simplemente abogar por nosotros mismos o por nuestras familias. Te puedes registrar a esta clase gratuita en el 989-3513. Lo más valiente ya lo hiciste; pensar afuera de la caja. Ahora, ¿que piensas hacer?

“El verdadero progreso social no consiste en aumentar las necesidades, sino en reducirlas”. -Gandhi.