Otra Perspectiva : Crystal Mariscal

Entre tantas opiniones, que si mi punto de vista o el de aquel. Que si por que lo que yo creo tiene más lógica o que si lo que tu crees no hace sentido al mundo en el que ahora vivimos. 

¡Nombre! Hay opiniones para todo basadas en nuestras creencias. Una amiga me decía “no podemos juzgar a nadie basado en lo que cree”, pero otra amiga insistió que lo único que no podemos juzgar es el corazón de la persona, ya que eso solo lo hace Dios.

Su teoría era que todos juzgamos, indirectamente o directamente, pero lo hacemos. “Cuando vas a la tienda y escoges tomates, juzgas cual te servirá mejor” agregó, así también con las personas, si necesitas ayuda, vas a pedirle ayuda a quien juzgues que te pueda ayudar y ‘creas’ que sea de confianza.

Lo que no puedes juzgar es el corazón de las personas ya que tu no conoces esa parte de ellos, solo el Creador, y no te puedes dejar llevar solo por lo que sientes. La reputación de lo que ves.

Definitivamente me dejó pensando, y recordé algo que era muy famoso en mi rancho. Cuando se cerraban tratos de negocios entre personas solo se daban la mano, no había un papel firmado. No hablo de siglos atrás, sino de un par de décadas, y pese a que algunos era por ignorancia por no saber leer, recuerdo que la mayoría era por que no veían la necesidad de un contrato.

En varias ocasiones me tocó hacer negocios en representación de mi padre, solo con mencionar su nombre los compradores de pastura sabían quién era y la reputación que él tenía. También me pasaba con las tienditas en el pueblo, cada que pedía fiado y lo anotaban a nombre de mi mamá en la lista de los endrogados.

No todos los niños corrían con la misma suerte, ya que algunos padres no pagaban o no daban permiso de que fiaran a nombre de ellos. Y es allí donde me quiero enfocar, la ética con la que nos presentamos, en pocas palabras nuestra carta de presentación.

A algunos se les puede hacer mala fama al inventar un chisme en su contra, algo que no dura para siempre, ya que en esté caso los actos hablan más fuerte que las palabras ajenas. Hay otros tantos que solos cavan su tumba, y las puertas se les van cerrando. Todo comienza con chistes hasta que esa persona ya no es recibida en ese grupo social, quemando todas las alianzas posibles, ahora si que como dice el viejo refrán “agarra fama y échate a dormir”.

Por otro lado están los que intentan tener un buen nombre, algo así como un buen crédito, tanto que ni lo usan. Mantienen un perfil bajo y poco se escucha de ellos. Pueden llegar hacer una pieza clave pero no pasan a ser de los indispensables, se dan a desear tanto que se devalúan.

Por terminar, están los que no necesitan un título, dinero o posición, son cabales a su palabra y a sus principios. No necesitan de mucha palabrería y tampoco usan su palabra en vano. A estos me atrevería a decir que su corazón está alineado con su boca y por lo tanto al juzgarlo puedes fácilmente asomarte a su corazón.

Un buen nombre siglos atrás era significado de abolengo, tiempo después de honradez y principios, en años por venir ¿qué será un buen nombre? ¿Una buena reputación?

Por una parte me alegra que no tenga que ver con el dinero que pueda tener una persona, pero por otro lado me da tristeza pensar que pierda valor la palabra de una persona.

Si podemos calificar a un establecimiento con estrellas por el servicio, ¿podríamos juzgar y por ende calificar a una persona por la manera que sus actos y palabras se alinean?

“De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro.” -Proverbios 22:1