El martes, 16 de noviembre, se hizo historia cuando el autorretrato de Frida Kahlo, “Diego y yo” pintado en 1949 quebró récords al ser la obra latinoamericana más cara jamás vendida. Sotheby’s estimó el precio de la obra entre 30 y 50 millones de dólares. Al final, fue vendida a Eduardo F. Costantini, fundador del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), por $34.9 millones.
En 1990 Kahlo se convirtió en la primera mujer latina en vender esta misma obra por más de $1 millón. Después, en el año 2006, Kahlo volvió hacer historia cuando Sotheby’s vendió otro de sus autorretratos, “Raíces” pintado en 1943 por $5.6 millones.
Hay un promedio de 200 obras que Kahlo completó durante su vida. Aunque 200 parezca ser un número alto, realmente es una cantidad limitada de obras. Se especula que durante los próximos años, estas obras seguirán aumentado en valor.
Pese a todo el éxito que sus obras ahora tienen, Kahlo permaneció desconocida ante el mundo del arte hasta poco antes de su muerte en 1954. En contraste, su esposo Diego Rivera fue un artista famoso y recibía comisiones de murales alrededor del mundo. En 1933, durante una comisión en Detroit, Michigan, Kahlo conoció a Florence Davies, una reportera para Detroit News. En los últimos años, el artículo escrito por Davies ha vuelto a la superficie después de haber sido publicado hace 88 años. En ese entonces, nadie hubiera podido predecir el inmenso éxito que tendría esa muchacha de apenas 25 años.
El artículo ha circulado en las redes sociales en especial por su título machista. Hay quienes piensan que no fue Davies quien escogió el título, “Esposa del maestro pintor de murales incursiona alegremente en obras de arte”, ya que parece menospreciar el talento de Kahlo. A pesar de que el título subraya el éxito de Rivera y pone énfasis en su matrimonio, el artículo contiene citas de Kahlo con su sentido de humor inigualable diciendo, “Claro, lo hace muy bien para un niño pequeño [Rivera], pero soy yo quien es la gran artista”, refiriéndose a su esposo mientras se echaba de carcajadas.
La confianza de Kahlo en esa entrevista parece presagiar su carrera. Ambos eran artistas por derecho propio, sin embargo, Kahlo ha eclipsado a Rivera en el mundo del arte y ha demostrado que era mucho más que simplemente la señora de Rivera. Kahlo ha establecido su nombre como las grandes aristas del siglo XX. En el artículo de Davies, ella deja en claro que Rivera nunca fue su maestro, incluso nunca estudió, solo comenzó a pintar.
En 1925, después de un trágico accidente donde Kahlo casi pierde su vida, retomó el arte durante el tiempo que estuvo postrada en cama recuperándose. De niña, Kahlo retocaba las fotografías que su padre, Don Guillermo Kahlo, tomaba. Ahí fue donde Kahlo desarrolló su técnica artística y su atención al detalle.
Diego y yo, como la mayoría de sus obras, es un relato de sus aflicciones personales. En él, podemos ver a Frida con una mirada penetrante y de sus ojos caen tres lágrimas. Su cabello está suelto y despeinado, un contraste al típico peinado de trenzas con listones y flores que solía llevar. Da la impresión de una mujer derrotada con una vulnerabilidad palpable.
Su cabello se embaraña alrededor de su cuello creando una sensación de asfixia. En su frente, postrado encima de sus cejas icónicas, está la imagen de Diego como el tercer ojo.
Literalmente en su mente o infiltrando incluso hasta su sabiduría superior más allá de los que sus ojos pueden ver. Diego también tiene un tercer ojo en la frente, a diferencia que parece pertenecer a él.
Se podría interpretar como si él estuviera siguiendo su propia intuición sin ser influenciado por nadie más.
Durante este tiempo se sabe de la infidelidad de Rivera con la actriz mexicana, María Félix, quien era amiga de Kahlo también. La traición de Rivera fue un golpe duro para Kahlo, cuya salud continuaba deteriorándose. La tubulosa vida de Kahlo terminó a la joven edad de 47 años al sufrir un embolismo pulmonar.
Un año antes, asistió a su primera exhibición solista en ambulancia. Se considera que “Diego y yo”, es una de las obras producidas en la altura de su madurez artística.
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