Vanessa Porras

La excusa más grande del mundo es la falta de tiempo. Parece ser que los días son más cortos y nunca hay suficiente tiempo para hacer todo lo que se necesita hacer. Dentro de la lista de los quehaceres del día a día, podemos encontrar cosas como comprar abarrotes, pagar las facturas, limpiar la casa y hacer de comer. Sería raro encontrar dentro de esa misma lista, cosas como pintar, tocar la guitarra o escribir un poema. 

La jerarquía de necesidades de Maslow, es una pirámide donde las necesidades fisiológicas como el aire, comida, agua, refugio y calor — por nombrar algunos — son el primer nivel. Son la fundación de todo ser humano y sin ellas no podemos funcionar. Conforme estas necesidades se van satisfaciendo, requerimos de más, y la necesidad de crecer nos lleva a los siguientes niveles. En total, de acuerdo a Maslow, hay ocho niveles. El octavo es la trascendencia personal y espiritual. Es la necesidad de encontrar el más allá del ser y la conciencia humana.

Crear arte cae en el sexto nivel de estética dentro de la categoría de autorrealización. En pocas palabras, crear arte o expresarnos de forma creativa está dentro de la misma categoría que la trascendencia. Se considera que los monjes, profetas, filósofos y personajes que han llegado a niveles altos de inteligencia, superación e iluminación se posan en la cima de la pirámide de Maslow. En contraste, el arte caerá al final de la lista si los cimientos de la pirámide no están estables y nuestras necesidades básicas aún requieren prioridad. Esto no significa que si aún no hay cena hecha a cierta hora pero tienes una despensa llena de comida, que no puedas observar la belleza de una rosa. Lo que significa es que si no tienes nada que comer esa noche y no sabes si comerás al día siguiente, tu atención está enfocada en satisfacer el hambre y no en crear arte o contemplar la vida.

El tiempo que dedicamos a satisfacer nuestras necesidades es importante para sentirnos plenos y poder crecer. Pero ¿qué ocurre cuando ese tiempo se queda estancado en unas cuantas necesidades? Las categorías tres y cuatro de la jerarquía son necesidades de amor, pertenencia social y aprecio. En la era de las redes sociales, se nos ha dado una falsa satisfacción a estas necesidades y hemos pagado con nuestro tiempo. Nuestras interacciones interpersonales se han reducido a aplicaciones como Facebook, WhatsApp, Instagram y TikTok. Se pudiera debatir y decir que hay millones de gente creativa en estas plataformas, los llamados “creators”. Mi contraargumento es que la creatividad está limitada a lo que está “trending”, de moda, y esperamos el aplauso y la aprobación de millones de desconocidos para que nuestra creatividad se haga viral.

En el 2020 el tiempo promedio que una persona paso en las redes sociales era de 145 minutos diarios de acuerdo a statista.com. Eso es casi dos horas y media. En una semana, eso se convierte en aproximadamente 17 horas. En muchos casos, estas horas son tiempo perdido ya que la mayoría de nosotros somos consumidores y no creadores. No estoy recomendando deshacernos de estas aplicaciones. Incluso, al usarlas de forma moderada y conscientemente se convierten en herramientas geniales que pueden promover nuestro trabajo. Simplemente ofrezco esta pieza como reflexión al tiempo que se nos esfuma de las manos y cómo podemos invertir nuestro tiempo de una forma distinta para que fomente el crecimiento personal que nos lleve a la autorrealización.

Al no artista, no importa tu medio de arte, ya sea el baile, la comida, la fotografía, cada uno de nosotros llevamos dentro algo que nos pide tiempo para germinar. El arte no se tiene que compartir con nadie. Incluso se puede crear arte como práctica de meditación u observación. No le tiene que gustar a todos lo que tu haces, incluso ni a ti mismo. Llevale serenata al río y a los árboles a tu alrededor, dedicale una oda a la taza de café que te tomas cada mañana, observa la belleza de la vida cotidiana. Y, por último, agrégale a tu lista de quehaceres un tiempito de creatividad de vez en cuando.