Seré la primera en admitir que mi creatividad sufre a causa de mi teléfono. Me engaño a mi misma y me digo que tengo que buscar inspiración en Instagram para ser relevante a lo que ocurre en el mundo del arte.
Despues de 30 minutos, me doy cuenta que he caido en el hoyo negro que son las redes sociales. En vez de buscar inspiración, he pasado el tiempo viendo vídeos de perritos envueltos en cobijas que parecen tortillas. Así que me sacudo y decido que Pinterest es un mejor recurso para ideas.
Después de una hora organizando mis ideas en carpetas dentro de otras carpetas decido que ya son suficientes ideas almacenadas y regreso inconscientemente a ver videos de animalitos. Este acumulamiento es semejante a un hábito compulsivo de acaparamiento. Cada idea creativa que he ido guardando durante los años ha sido destinada a vivir en la oscuridad de una carpeta digital sin realmente cobrar vida.
Peor aún, el sentimiento de culpa que normalmente prosigue este tipo de hábito es lo que nos mantiene en este ciclo vicioso. Estos pequeños dispositivos en nuestras manos dictan mucho más de lo que nos damos cuenta. El diseño, no solamente de nuestros teléfonos si no también de sus aplicaciones, ha sido creado para mantenernos ocupados.
No se trata solo de ver el mal, sino de entender la relación que tenemos con nuestros teléfonos ya que se han convertido en una extensión de nuestros brazos. Es importante crear conciencia de cómo afectan nuestra creatividad y nuestro comportamiento. Al entender esta relación podemos combatir hábitos que se han vuelto inconscientes.
Recientemente escuché un episodio de Rich Roll podcast donde Roll entrevista a Max Fisher, un reportero de investigación del New York Times y autor de “The Chaos Machine”. Fisher habla sobre el efecto que las redes sociales están teniendo en la reconfiguración de nuestro cerebro, lo cual influye en nuestro comportamiento.
Durante sus investigaciones, Fisher descubrió que las plataformas de las redes sociales cambian la biología cerebral, más allá de ser un entretenimiento se han convertido en métodos de condicionamiento. Es decir, el algoritmo de estas plataformas está diseñado para crear una reacción emocional. Estas reacciones emocionales ya sean buenas o malas se vuelven adictivas lo cual nos mantiene cautivados.
Después de un tiempo, los participantes de estos estudios demostraron un cambio fundamental en su naturaleza a pesar de no ser recompensados con una reacción emocional. Podemos usar el estudio antiguo del psicólogo Ivan Pavlov y sus perros. Cada vez que Pavlov sonaba una campana, les daba una galleta a sus perros. Después de un tiempo, Pavlov sonaba la campana y a pesar de no recibir una galleta los perros babeaban.
Este es un efecto de entrenamiento que se ve en nuestro comportamiento y nuestra relación con nuestro teléfono. Cada vez que oímos un timbre o una vibración, tenemos una reacción porque nuestro balance emocional ha cambiado.
Así que, ¿qué tiene que ver nuestra biología cerebral con la creatividad? Pablo Picasso dijo, “sin una gran soledad, no es posible un trabajo serio”. A pesar de que los algoritmos cambian nuestra naturaleza, también dictan nuestros intereses lo cual hace casi imposible la soledad de la que habla Picasso.
Hemos desarrollado un tic hacia nuestro teléfono y una compulsión de estar en distracción constante. Revisamos nuestras pantallas unas 300 veces al día. Rara vez nos permitimos el tipo de soledad necesaria para sentirnos aburridos, soñar despiertos y seguir nuestra curiosidad. A diferencia de Alicia en el país de la maravillas, nos podría pasar el conejo blanco por encima y probablemente no lo veríamos mucho menos lo perseguiremos para descubrir a dónde va con tanta prisa.
En una sociedad donde cada día se diagnostican más niños y adultos por igual con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, ansiedad y depresión, tenemos que buscar la manera de convivir con la tecnología que se ha vuelto parte de nuestras vidas.
El escritor Clive Thompson le llama, “recobrar tu atención”. Thompson sugiere encontrar las cosas raras y curiosas que te interesan a ti y a un pequeño grupo de raros como tu. En pocas palabras, no busques lo que se hará viral.
No es que los algoritmos nos hagan malas sugerencias basadas en lo que ha determinado que es nuestra identidad y nuestros gustos, pero como comenta Thompson, “están lamentablemente incompletas”. Tenemos que agregar a la lista e ir fomentando el crecimiento de nuestro bosque intelectual y crear conciencia hacia nuestra participación del uso de nuestro teléfono y lo que conlleva.
Al no artista, te invito a que te sientes en soledad a contemplar tus curiosidades. Siéntate debajo de un árbol, busca un libro y si ves el conejo blanco, síguelo.