El rol de la mujer en el hogar y en la sociedad en general ha sido un tema de debate desde hace mucho tiempo. Tan solo unas décadas atrás, se consideraba que el papel de las mujeres era exclusivamente realizar tareas domésticas y cuidar de la familia, históricamente ella ha sido responsable del cuidado de su hogar y de la crianza de los hijos.
En los últimos años se ha visto un cambio en esta situación, cada vez más mujeres trabajan fuera del hogar y aunque en la familia sigue cumpliendo con este papel, ahora está acompañado de otros roles o facetas que le permiten crecer y desempeñarse en otras funciones.
Sin embargo, incluso si trabajan fuera de casa, las mujeres suelen seguir siendo las principales responsables de las tareas domésticas y del cuidado de los hijos. Esto ha provocado que la mujer sufra la llamada “doble jornada”, en la que tiene que hacerse cargo del desarrollo de su actividad laboral y además, encargarse de la realización de las tareas domésticas y familiares.
Es decir, en la mayor parte de las familias la mujer sigue siendo la principal responsable de las tareas tradicionalmente vinculadas con el cuidado del hogar, como la limpieza, el cuidado de la ropa o la preparación de comidas, mientras que los hombres se dedican más al trabajo en el exterior, como cortar el césped o sacar la basura. Esta característica del uso del tiempo de los hogares indica una asimetría en el tiempo comprometido de hombres y mujeres.
Los tiempos definitivamente están cambiando y pese al interminable debate entre hombres y mujeres en cuanto a las responsabilidades de los quehaceres domésticos una cosa es cierta; nuestras viviendas son refugios donde mantener a la familia cuidada. Es un lugar donde se cumplen las necesidades y los gustos de los que habitan en casa y todos los integrantes de la familia debemos colaborar porque ese hogar sea un lugar limpio y ordenado donde la familia viva en armonía.
En realidad, más allá de habitar, debemos hacer todo posible por convivir en armonía, que nuestros hogares sean refugios seguros donde volver al final del día y desde donde recargamos fuerzas para salir a luchar con el mundo de afuera cada mañana.
Es triste decirlo pero, en muchas familias el cuidado de la casa y sus quehaceres se ha vuelto un motivo de constantes fricciones y pleitos. La mayor parte de las responsabilidades recaen sobre una persona, usualmente la mujer. A decir verdad, alguien ha de llevar la batuta, pero no indica que esa persona ha de hacerlo todo sola. Distribuir las responsabilidades hará una gran diferencia, incluso les dará más tiempo para disfrutar de otras actividades recreativas como familia.
Una casa es más que los materiales que la componen, como madera, vidrio y decoración. La palabra “hogar” se refiere a las cosas inmateriales, como las relaciones y la atmósfera familiar. Aunque no nos demos cuenta, cada hogar tiene una atmósfera que los demás pueden palpar.
Uno puede trabajar mucho y gastar una fortuna combinando tonos y colores para que nuestro hogar se vea muy bonito, puede incluso obsesionarse por tenerlo impecable pero quizá le falten esos ingredientes tan importantes que harían de la casa un hogar y que impiden que estar en familia sea un deleite.
Entonces, independientemente del tamaño de nuestra casa o lo lujosa que esta sea, tenemos que comprometernos a trabajar la familia unida para hacer de ese lugar un hogar acogedor. ¿Pero qué es lo que hace que una casa sea un hogar? Sin duda deben de ser relaciones sanas, una atmósfera cálida y acogedora.
El amor que nos une debe alentarnos a procurar de todas las maneras posibles a colaborar por un hogar lleno de armonía donde habitar en familia. La colaboración de todos será el factor positivo necesario para tener un buen hogar.
Se dice que “una casa se compra, un hogar se construye” y no tiene tanto que ver con el tamaño de la casa y la decoración, puede ser humilde, lo importante es que sea espacio limpio y acogedor, un lugar donde al final del día y de todos los retos que allá afuera se uno enfrenta, sea grato regresar y reunirnos con nuestros seres queridos.
Para evitar que se nos caiga la casa encima como comúnmente decimos, podemos organizarnos, distribuir las responsabilidades incluyendo a los niños, y comprometernos como familia a hacer de nuestra casa un hogar. Los beneficios emocionales hacen que bien valga la pena todo esfuerzo.
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