Angelica Breña -- Sol Contribuyente

Cada vez que me alejo del Valle, es al Río al que más extraño. Algo mágico tiene mi río Frying Pan que me hace entrar en un estado de ánimo muy particular. A veces es nostalgia, a veces es serenidad interior, otras veces angustia y pudiera ser, también, ansiedad. El Frying Pan es mi vecino de enfrente, su presencia es tan arrobadora e imponente que me ha obligado a buscar poesía en español de ríos para poder expresar lo que siento.

Andar en pos de versos puede acabar siendo un viaje al fondo del alma y esta vez fue un viaje por diversos ríos y tiempos de mi vida. Recorrí páginas de libros de poetas que alguna vez me hicieron temblar, buscando un verso que diga exactamente lo que siento al mirar a mi vecino el río.

Los invito a convertirse en trotamundos de versos, es tan fácil como abrir el buscador en internet y poner palabras como riachuelo, cauce, ribera, peces, mar, nunca más… Y desear que aparezca el verso que necesitas justo en ese momento. Déjate llevar como un internauta por espacios siderales que te conmuevan.

Mario Benedetti fue mi primer destino, pero descubrí que es ideal para causas sociales, solidaridad, compañerismo, amor de pareja. Estaba a punto de ir a otro micrositio cuando en uno de sus poemas, con una simplicidad detonante, me recordó ese rumor que escucho siempre desde mi casa. 

Cantamos porque el río está sonando.

Y cuando suena el río. Suena el río.

El sonido del Frying Pan es la esencia de esa corriente de agua sin descanso, a veces es más potente, y otras veces es un deslizar sereno alegrado por las truchas saltarinas que dan tanto placer a los pescadores. El nivel de agua es manipulado por el ser humano y se debe a que la presa de Ruedi abastece de agua a miles de campos, de comunidades, de animales, y árboles. Todo lo que significa ese sonido del río es energía y vitalidad, pero también es movimiento, cambio, despedida, y hasta muerte.

Seguramente este magnetismo que siento con el río, mi Sartén, se deba a que toda mi vida anterior viví en una Gran Ciudad; he sido una rata urbana. Siempre rodeada de calles de cemento y de arquitectura diseñada por personas que piensan la ciudad como un mundo. 

Las enredaderas se trepan por las bardas que parecen llegar al cielo. Los árboles formados en fila india flanqueando las aceras para resguardar del sol al peatón, las jardineras al ras del piso que es parejo para lucir zapatos de piel. El bullicio de los coches, y vendedores ambulantes antes me hacía apretar el paso y llegar a tiempo.

Ahora me taladra el cerebro y me hace desear estar de nuevo junto a ese río juguetón y libre que rumorosamente va descendiendo de la presa de Ruedi para encontrarse con su gemelo el Roaring Fork. Los que vivimos en este Valle somos muy suertudos por estar entre ríos. No nada más tienen belleza, sino que nos proveen de salud mental.

Cansada de trotar por versos recurro a las imágenes. Miro las fotos en mi celular para encontrar cuál es la que más me gusta del río, brinca una fotografía que tomó mi amiga Andrea. Me fascina porque retrata justo la personalidad del Frying Pan, es agreste, salvaje, es el lugar donde las águilas hacen sus nidos. Su cauce es sinuoso, serpentea para que la luna peine su cabellera platinada.

Decidí irme a Chile a visitar a Pablo Neruda y él cuenta que cuando fue a Florencia fue el dulce río Arno el que le reveló los secretos de su río chileno, el Orinoco. Busco el Orinoco en Google maps y mi memoria me transporta a esos lares. Estoy en Machu Picchu, recuerdo muy bien el clamor del río Urubamba en el Valle Sagrado del Perú.

¡Ah! Nunca olvidaré la aventura que tuvimos mis hijas y yo cuando hicimos el trekking al Huayna Picchu siempre con el eco del Urubamba cobijándonos.

Manuel Benítez Carrasco, español de Alicante, fue mi primera experiencia en esto de viajar por versos. Su poema del puente y el río ha sido una de mis primeras revelaciones.

El puente siempre se queda,

el río siempre se va.

No tenía ni quince años y ya me había marcado un amor que se fue como ese río y yo me quedé como puente contemplando cómo se iba.

En la vida nos pasa algo similar, a veces somos río y andamos y andamos, viendo todo de pasada, cambiando constantemente. Otras veces somos puente, resguardamos nuestros recuerdos y nuestros amores a pesar de la corriente del tiempo y nos plantamos ahí vigilantes uniendo dos realidades a pesar del paso de los años.