Angelica Breña -- Sopa de Letras

Recuerdo muy bien que hace algunos años una de las mujeres latinas con las que inicié una amistad me invitó a bailar salsa en un lugar por El Jebel. Con un guiño pícaro acompañado de una sonrisa encantadora, me dijo, “tráete a tu blanquito- que yo llevaré al mío”. Se refería a mi esposo, pues les había contado que era inglés y se le dificultaba bailar salsa. Después de varios bailongos y tertulias descubrí que no era raro encontrar latinas– “morenitas”- que estábamos emparejadas con anglosajones o europeos.

En honor al día del amor, me di a la tarea de formular una encuesta a parejas mixtas para conocer las peripecias, obstáculos e incluso dificultades que han experimentado al pertenecer a diferentes culturas, tradiciones y decidir emprender un sendero juntos.

Somos latinas y ellos anglosajones o europeos que vivimos en este valle desde hace algunos años. Las edades varían entre los 30 y 70 años. Las preguntas fueron sencillas y giraron alrededor de:

¿Qué fue lo que más te atrajo de la otra cultura de tu pareja?, ¿Cuáles sorpresas agradables y extrañezas descubriste a la hora de convivir?, ¿Qué dificultades hubo con la comunidad del cónyuge cuando anunciaron que eran pareja?, ¿Se conocieron aquí o decidieron vivir aquí en el valle?, ¿Planean seguir aquí?

A ellas les gustó que ellos, los anglosajones o europeos, fueran honestos, claros en sus intenciones y comunicaciones. Subrayaron el pragmatismo con el que resuelven la vida diaria así como la clara distribución de las tareas y responsabilidades en el hogar. Les fascina que ellos cocinen y las sorprendan con sus platillos gourmet- esto último fue de los europeos.

A todas las encuestadas les encantó el espíritu de aventura y curiosidad para explorar la naturaleza que nos rodea. Muy importante, que ellos fueran muy activos en los deportes, y en actividades al aire libre, que les infundan ese gusto a las parejas y familias por salir a otros paisajes y estar fuera de la zona de confort.

En temas espinosos o tabúes, ellos se expresaron abiertamente, y esta apertura propicia una liberación en ellas para reinventarse con menos presión social. A preguntas directas, ellos esperan un sí o un no.  Recordemos lo que dijo el conocido escritor mexicano Carlos Monsiváis, los latinos somos barrocos hasta en el hablar, enredamos las oraciones, nos andamos por las ramas, adornamos demasiado y es difícil saber lo que realmente queremos y eso ocasiona una dificultad para quienes el español no es su lengua nativa.

Curiosamente, una de las latinas encuestadas comentó que fue más bien una persona de su comunidad latina la que juzgó y discriminó su relación con un hombre de otra raza y cultura. El racismo es una semilla que existe en todos los seres humanos, hay que estar atentos a no dejarla crecer.

En cuanto a ellos, lo que más les atrajo de sus “morenitas” fueron los lazos familiares que van de la mano con tradiciones y costumbres. Las frecuentes celebraciones que dan ocasión a una fiesta. La sempiterna música y ritmos que acompañamos, con silbidos, bailes, tarareadas y risas. La colorida y rica historia y cultura que tiene cada país o región en Latinoamérica.

Casi todas han inyectado un entusiasmo enjundioso a las tradiciones americanas como el Thanksgiving, 4 de julio, Superbowl, etc. La alegría de vivir en las latinas es un imán para los “blanquitos”. Uno de los encuestados dijo, “Además, de todo lo que he dicho, su sonrisa puede iluminar la habitación”.

Otra respuesta digna de comentar fue que desde que está con su latina querida, él ha incrementado y trabajado en su empatía y respeto hacia las personas no consideradas blancas.

Mi mayor sorpresa al hacer este ejercicio fue descubrir que todos los encuestados estaban muy enamorados de su otra mitad. Sí, fue el amor en su vertiente de aceptación y respeto lo que resaltó en cada una de sus respuestas, y no me refiero a que tanto se quieren sino cómo y de qué manera se quieren.

Independientemente de que exista diversidad en las tradiciones y costumbres, de que sea muy diferente la forma de expresar sentimientos y emociones; ese amor cuida y está atento al crecimiento y desarrollo de la otra persona.

Me atrevo a decir que ser “blanquito o morenita” es irrelevante en una empresa tan importante como ser una pareja comprometida, o formar un matrimonio. Me quedo con la consigna de ponerle más sabor y color a la mesa diaria, subirle el volumen a la música y decir, “sí” a las diferencias y oportunidades para crecer juntos.