Yo conocí a Frida cuando tenía apenas ocho añitos en el salón de clase de Ms. Gilberti. La conoci atravez de un libro. Era uno de los únicos, o tal vez el único, libro en español en mi salón. Tome refugio en el idioma y en la historia pintoresca de una pequeña, niña Mexicana a la cual le gustaba pintar. Leí este libro a diario y a veces, incluso al momento de terminar de leerlo, me sumergía de nuevo en sus páginas.
En ese tiempo, hacía solo unos dos años desde que mi familia y yo nos habíamos mudado al valle, sabía muy pocas cosas sobre mi misma: era una niña, era mexicana y me gustaba el arte. En mi mente, me daba igual si ese libro estuviese contando la historia de la artista mexicana más famosa del mundo, Frida Kahlo, o si en realidad solo estaba contando mi historia personal. Frida Kahlo se convirtió en una obsesión para mí, su vida, su personalidad, su arte y su fuerza. Esto fue durante el tiempo antes de que su imagen explotara y se vendiera todo tipo de mercancía con su rostro. Para mi ella ya era Santa Frida.
Durante mis años en la universidad estudiando bellas artes, tome una inmensidad de cursos de la historia del arte. No solo eso, pero en cada curso que tome, ya fuera cerámica, pintura, grabado, etc., los profesores típicamente hacían alguna referencia hacia un artista famoso o un gran maestro en su medio artístico. Pero en ninguno de esos cursos encontré a Frida Kahlo. ¿Cómo era posible que alguien tan famosa como ella, cuyo rostro estaba estampado por doquier, no estuviese en los libros de historia?
Como estudiante de arte no me veía representada en ninguna parte. No solo no encontré a Frida, sino que, no encontré a artistas latinos. ¿Dónde estaban? No era posible que los únicos artistas latinos que conocí, Frida Kahlo y Diego Rivera, fuesen los únicos que existieron. La mayoría de los grandes maestros eran hombres, americanos y europeos. Dentro de como yo me identificaba: mujer, mexicana y artista, solo teníamos en común el amor al arte. Pero mi perspectiva y mi experiencia como mujer mexicana era demasiado diferente, no me veía en ese mundo y no sabia como expresarme.
La importancia de la representación va más allá del arte, está en todos lados. El visualizarse en cualquier carrera, ya sea como artista, atleta profesional, matemático, etc., es la habilidad de manifestar en nuestras vidas aquello que nos inspira. Hace poco, leí el libro, The Impossible First, por Colin O’Brady, que cuenta su experiencia como el primer hombre en la historia del mundo que ha cruzado Antártica completamente solo. O’Brady tiene un currículum impresionante de logros y récords mundiales. En su libro, O’Brady, narra que a los siete años, fue inspirado por Pablo Morales durante su triunfo en las Olimpiadas de Barcelona en el año 1992 donde se llevó la medalla de oro en natación. Desde ese ahí, O’Brady soñaba con el día en que él también se pararía en un podio recibiendo una medalla.
Todos tenemos héroes y heroínas que nos han inspirado y nos han hecho preguntarnos a nosotros mismos, “si él o ella pudo, tal vez yo también pueda.” Hay innumerables ejemplos de historias así. Habremos quienes tal vez seamos los primeros en romper el molde por el simple hecho de no encontrar quienes nos represente. No se trata de que todos tenemos que ser recordados en la historia como alguien importante. Rabindranath Tagore escribió, “Aquel que siembra un árbol sabiendo que nunca se sentará en su sombra, al menos ha comenzado a entender el significado de la vida.” Me pregunto,¿qué hubiese sido de mí si Frida en vez de pintar durante el tiempo que estuvo postrada en una cama hubiese tejido? ¿Qué hubiese pasado si en vez de haber sido una mujer tenaz y valiente hubiese sido dócil y cabizbaja? Tal vez muramos antes de que nos demos cuenta si hemos llegado a inspirar a alguien.
A finales del año pasado, el museo de arte de Denver (Denver Art Museum), tuvo una exhibición titulada, Frida Kahlo, Diego Rivera y Modernismo Mexicano. Fue la primera vez desde que leí el libro infantil, “Frida” por Jonah Winter, que vi en persona pinturas de Frida Kahlo. Fue como tenerla en carne y hueso, pero también, fue una sensación de orgullo al ser mexicana, al verme representada y aprender de cuantos artistas internacionales y latinos estaban centrados en la Ciudad de México y sus alrededores como la meca del arte durante ese tiempo. Al no artista, ¿en quien te ves representado? Y si no lo encuentras, ¿qué esperas para ser tú quien siembra esa semilla? para que otros disfruten de la sombra y los frutos del árbol de tus logros.