Por Andrea Harris

Cumplíendo 25 años, vi mi vida como un lienzo en blanco y me di cuenta de que sólo un cuarto del lienzo estaba pintado. Descubrí que yo era la artista y podría pintar algo que orgullosamente colgaría en la pared o algo que escondiera vergonzosamente. Así que el 3 de febrero de 2008 decidí tomar un vuelo de sólo ida a Aspen, Colorado.

El año anterior había visitado Carbondale y vi Carbondale Arts and Humanities y pensé: “Yo trabajo en las artes y tengo mi diploma en Humanidades”. Entonces vi una tortillería y una carnicería y supe que estaba en casa. 

Creciendo a ambos lados de la frontera me permitió vivir en dos mundos. Quise ser un puente entre la gente que habla inglés y la gente que habla español. Después de todo, mi Tito Ramón y mi Tita Rosita siempre me decían que yo valgo por dos personas si hablo dos idiomas, así que utilicé mis talentos donde pude. No fue fácil.

Después de poco tiempo, me enamoré de Luke Harris, un hombre de Carbondale de 5ª generación con fuertes raíces en esta tierra. Él tuvo todo lo que yo quería, pero él ni consideraría el matrimonio si no vivíamos juntos primero. “¡Ayayay! ¿Qué hago?” pensé. Eso iba en contra de los valores de mi cultura. 

Mi madre – Linda Peña, no de Peña porque no es de nadie – ya había empezado a romper normas culturales con su fuerte personalidad, una cabrona y orgullosa de serlo.  Ella desafió el papel sumiso que se suponía que debían mostrar las mujeres latinas.

Yo creo en marcar mi propio camino, así que me fui a vivir con Luke antes de que conociera a mis padres. La culpa católica me pesaba, pero recordé que yo tenía que continuar con mi obra y seguir persiguiendo mis sueños, no los sueños de mi cultura.

Luke me decía que yo no era mexicana-americana, que sólo era americana porque había nacido en este país. En nuestra primera visita a Laredo lo retractó diciendo, “Vale, definitivamente eres mexicana”.  Siempre he dicho que soy culturalmente mexicana y educada en Estados Unidos. 

Un día apliqué para un trabajo de maestra de español. Durante la entrevista me preguntaron si también podía dar clases de inglés, yo tomo oportunidades como puedo, así que dije que sí. Me di cuenta de las pocas veces que los estudiantes tienen maestros de orígenes diversos. 

Tres meses después de nuestro matrimonio, perdimos al padre de Luke. Luego tuvimos dos hijas increíbles, Olive Rose y Violet Glen. Rápidamente me convertí en una versión más tranquila de mí misma, ya que felizmente puse mis deseos personales en espera.

Me di cuenta de que me había perdido, asimilando mi nueva comunidad y adaptándome a mi nueva rutina familiar.  Necesitaba despertarme y volver a invertir en mí misma, o mis hijas no tendrían el ejemplo que yo imaginaba. Así que quise especializarme en la enseñanza de la diversidad cultural y lingüística y me inscribí en un programa de maestría. Creo que hay que enseñar por ejemplo y mostrar a mis estudiantes cómo podría ser salir de tu zona de comodidad. Afortunadamente, me aceptaron. Luego, me mude a trabajar con el Distrito Escolar de Roaring Fork como nueva maestra de inglés como segundo lenguaje y estoy muy feliz de haber encontrado Bridges High School.

En los últimos tres años, me he hecho miembra de la Junta de las Artes de Carbondale y del Distrito Creativo de Carbondale con la esperanza de devolver algo a mi comunidad, ayudar a salvar las distancias entre culturas y preservar la bella historia que la familia de mi marido sembró en este valle desde la década de 1880. 

Mi meta es conectar a personas de distintos orígenes con compasión y empatía. Mis estudiantes me han enseñado que podemos cambiar vidas con prácticas restaurativas y escuchando los cuentos de los demás. Por eso, publicamos un libro reconocido a nivel nacional lleno de cuentos de estudiantes a través del proyecto We Are America. 

Aprendí que, en vez de tener miedo de intentar cosas nuevas, me entusiasma el aprendizaje que se producirá en el proceso. He dejado permitir que las opiniones de los demás dicten mis decisiones, y celebro mi individualidad, porque la vida sería aburrida si todos fuéramos iguales.

¡Soy la pintora de mi obra! He creado la vida que llevo, no me arrepiento y apenas estoy empezando. Ahora me doy cuenta de que mi identidad es mi superpoder y me alegro de que pueda ayudar a esta comunidad.