Arco triunfal de acceso al Centro del pueblo de Malinalco donde se adora a Malinalxóchitl, la flor de malinalli. Foto por Angélica Breña

Podría haber creído que había visto suficientes ofrendas y altares de muertos en distintas localidades de mi amada tierra mexicana. Sin embargo, estas festividades, que transcurren del 31 de octubre al 2 de noviembre en Malinalco, Estado de México, me demostraron que los rituales en torno a algo tan definitivo y contundente como la muerte despiertan la imaginación creativa de las personas, promoviendo nuevas interpretaciones que nos transportan al mundo de lo maravilloso.

En esta ocasión, quisiera compartir contigo un ritual conocido como los “Muertos Nuevos”, que forma parte de las festividades del Día de Muertos en Malinalco. Este ritual implica la creación de una ofrenda especial en honor a aquellos que han fallecido recientemente, es decir, entre el 25 de octubre del año anterior y el actual. Para entenderlo mejor, he tenido el privilegio de entrevistar a varias personas oriundas de Malinalco, quienes, junto con sus familias, han convertido esta tradición en una verdadera obra de arte, utilizando los recursos limitados o abundantes que tuvieran a su disposición para honrar la vida de los miembros de la comunidad que han partido hacia el Mictlán o el inframundo, hacia el más allá y que vienen a visitar a los de aquí, en lo que fueron sus hogares.

Lo que hace que este ritual sea verdaderamente sorprendente es su naturaleza efímera. Solo durante unos pocos días, del 28 de octubre al 1 de noviembre, se abren las puertas de las casas que han sido tocadas por la pena de la pérdida de un ser querido en el último año. En esos días, se invita a los amigos, vecinos y visitantes en general, como yo, a acompañar a los deudos en la contemplación de los altares que han sido construidos en honor del recién fallecido. La tradición del pueblo consiste en ofrecer una “cera nueva” a los familiares del difunto reciente. Esta vela se enciende junto a las demás ofrendas que iluminarán la visita del alma. A cambio, los familiares dan al visitante un pequeño regalo como recuerdo; puede ser los dulces favoritos o una bolsa de mercado reciclaje.

El altar se compone de elementos que forman parte del imaginario tradicional de las familias: mostrar los siete niveles del Mictlán, la sal purificadora, el perro que guía el cruce del río, las semillas de la fertilidad, los platillos favoritos del difunto, piezas de pan con forma de cuerpo humano, dulces miniaturas hechos de azúcar y lo más curioso, mostrar el oficio o cualidad que tenían durante sus vidas. Yo tuve la oportunidad de visitar varias ofrendas estupendas. La de Rosita, que bordaba bonito, o la de Doña Soco que fue una cocinera de buena sazón, la del plomero “Guero”, del pintor- artista Felipe de la Fuente o la de Don Vicente el repartidor del gas. 

El día 2 de noviembre, el Día de los Fieles Difuntos, se cierran las puertas de los hogares que estuvieron abiertas durante todo el día para recibir a las personas. Luego, se desmontan estos altares, con todas sus ofrendas, y se llevan al cementerio para adornar las tumbas correspondientes. Aquí, junto con el resto de la comunidad, se celebra la tan esperada visita de las almas con música, flores, platillos favoritos de los difuntos y un júbilo contagioso.

La tradición de los “Muertos Nuevos” en Malinalco nos recuerda que, a pesar de la inevitabilidad de la muerte, la vida de aquellos que nos precedieron sigue viva en nuestra memoria y en nuestra celebración. 

En un mundo en constante cambio, es inspirador presenciar cómo estas tradiciones perduran y evolucionan, permitiendo que las nuevas generaciones se conecten con su herencia y al mismo tiempo, expresen su creatividad de maneras sorprendentes. Malinalco, con su ritual de los “Muertos Nuevos”, me ha demostrado que es posible que todos nos consideremos iguales, que anhelemos ser parte de esta comunidad, aunque solo sea por unos días. Honrando a todos aquellos que ya se han ido, celebramos la memoria de sus vidas, construyendo puentes de unión que trascienden la barrera entre lo terrenal y lo espiritual, y enriqueciendo nuestra experiencia humana a través de esta hermosa tradición.