Llegó el calor fresco que solo la primavera trae, y como buen amante de la naturaleza decidiste salir a dar tu caminata de costumbre. Un paso veloz de ese que no cansa.
Todavía recuerdo la última vez que caminamos juntos al parque, me sentía una niña pequeña escuchando las historias de las calles, casas y eventos ocurridos en el vecindario. Hey jefe se escuchó a lo lejos, eran unos muchachos que te detenían a saludarte, después de intercambiar algunas palabras seguimos el camino al parque, tomada de tu mano segun para cuidarte me sentia mas yo la mas cuidada.
Don Jose Flores Simpatico fue el nombre con lo que los niños del parque, ese parque al lado de la escuela te llamaban. Te preguntaba el por que del nombre y solo te reías, a tus 40 y tantos en cada pierna como tu lo decias, tu sentido del humor seguía intacto, una inocencia y alegría que se contagia. Eso sí, terco pero claro al fin y al cabo Mariscal.
Saboreamos nuestro raspado, el tuyo de vainilla con nuez y el mio de chicle con fresa.
Esta última caminata fue diferente, fuiste solo tu, y poco a poco el sonido de tu bordón se fue apagando a lo lejos, los dulces y panes escondidos en tu cajón de los antojos quedo en espera de ser devorados. Claro, tenías que salir a despedirte del vecindario, tantos años viviste allí que tu labor social y altruista no te hubiera dejado irte sin haberlo hecho.
Todas las figuritas en tu cuarto están como tú las dejaste, después de sentarte y esperar ese encuentro celestial con el Creador. Hasta para eso tuviste estilo, no solo para caminar y pararse recto con las manos echadas adelante, imponente, con ojos serios y traviesos. El Ser Supremo te llamo a dar una caminata más, esta vez no podré acompañarte, esta vez me quedaré sentada en los columpios intentando entender por qué los raspados de nuez con vainilla eran tus favoritos y por que el sabor se les acaba tan rapido, y solo queda el hielo como piedra, sin poder disfrutar. Algo así como la vida, cuando hay ausencia de quien se estima.
El bordón ya no es necesario, tu compañero de aventuras ya está al lado de la cama esperando que el polvo un día lo cubra. Cierro los ojos y veo tanto, respiro y agradezco la bendición de saber que llevamos la misma sangre.
La promesa de estar contigo hasta que te cases, quedó solo en mi corazón, pensando en que si eso hubiese cambiado algo o no. La última vez que te dije adiós me viste a los ojos y con tanto amor me hiciste saber lo orgulloso que estabas de mi. Los valores familiares se tienen que conservar, el no dejes de “echarle ganas” era tu manera de decir el trabajo honrado dignifica. Te abrace con la esperanza de volverlo hacer, como si hubiese garantía de que los momentos perfectos se repitieran. El zon de las golondrinas tocaba en la radio, tantas madrugadas en La Ceja después de la danza a la cruz las escuche, que ahora hacen eco en mi pecho y garganta. El violín lloraba al despedir el alba, al igual mi corazón le llora ahora el alma.
Lo quiero ida y vuelta de aquí a la luna cien mil veces, será nuestra frase. De aquí a la luna cien mil veces serán las veces que lo recuerde.
Dios te llamo a caminar por el paraíso, desde aquí agradezco a Dios el haber podido llevar tu apellido como mi mas grande orgullo “Mariscal”. Descansa en paz güelito (como yo te llamaba), espero y confío en Dios que nos veremos en el cielo. Tus ojitos ya duermen profundamente…
Don Eleuterio Mariscal originario de Zacatecas México, el día 6 de abril del 2022, pasó a mejor vida. Falleció en Modesto, California.
Le sobreviven sus 14 hijos, nietos y bisnietos, producto de casi 60 años de matrimonio con su difunta esposa Teresa Mariscal, quien falleció el 3 de abril del 2016.
Eluterio Mariscal fue mi abuelo o mi güelito como cariñosamente yo lo llamaba, el gran Mariscal — Descansa en Paz, 1934 – 2022.