Somos una especie en viaje,
no tenemos pertenencias sino equipaje
Vamos con el polen en el viento,
Estamos vivos porque estamos en movimiento…
La fascinación que tengo con la letra de la canción Movimiento, del cantautor Uruguayo Jorge Drexler, tiene una explicación un poco más sosegada. No tiene que ver con complejidades existenciales humanas sino la simpleza de articular un sentimiento que muchas veces encuentro inexplicable. El viaje del inmigrante.
Andamos desde muy temprano y nos tomamos de pecho en frente cualquier adversidad que se nos atraviese. Nos ganamos las horas extras y nos reímos de las fortalezas que hemos logrado porque llorar nunca es opción. Y es que, ¿Cómo le explicas a alguien qué no ha sobrellevado este viaje de nómada que al dejar una vida atrás y comenzar de cero es casi como programar tu cerebro recién salido de la fábrica?
Yo vengo de Venezuela. Por muchas razones políticas, económicas y sociales me encuentro aquí y no allá. Entre la manada, he sido afortunada en muchos aspectos pero como todo inmigrante, conseguir adaptarme, casi la mitad de mi vida a este país se ha llevado un esfuerzo mental, emocional y espiritual inmensurable. Le he dado la vuelta a muchos lugares en busca de un hogar.
Cada uno me ha provisto con mayor asertividad, empatía, fortaleza, comprensión y paciencia con las personas que están en mi comunidad inmediata. Y algo que he observado que se asemeja en cada uno de estos son las personas.
Todos padecemos, en esencia, de los mismos dolores y preocupaciones. Tenemos mucho más en común de lo que creemos. Solo si removemos las falsas interpretaciones de quienes somos, por cómo nos vemos o de donde venimos, un sin fin de oportunidades se abren. Como diría la canción ya mencionada:
Somos padres, hijos, y bisnietos de inmigrantes,
Es más mío lo que sueño, que lo que toco.
Yo no soy de aqui,
Pero tu tampoco,
De ningún lado del todo y
De todos lados un poco.
Colorado, y en particular Carbondale, me ha brindado con una comunidad atenta a dar una mano sin condiciones. Nunca he recibido tan genuinamente tanta ayuda. Y aun cuando sigo en busca de mi hogar, este hermoso pueblo me recibió en un momento donde lo que necesitaba era sanar. En épocas como la que vivimos, darse un espacio y tiempo en busca de la sanación, es un lujo.
Entre sus calles llenas de color por las flores en verano, o ver la montaña Sopris en un atardecer rojo y anaranjado que roba suspiros. En la ausencia de sonido total en invierno cuando la nieve recubre las aceras, he encontrado paz.
Carbondale provee un espacio seguro para todo aquel que lo habita, acepta a todo aquel que necesite un refugio y a cambio solo pide que lo mantengan tal cual como esta. Ya que su propósito es dar, esta pequeña comunidad, es un hogar seguro y fortalecido.
La búsqueda del inmigrante es eterna. Una vez tomado este viaje no hay vuelta atrás. No pertenecemos completamente a ese nuevo lugar, pero tampoco a lo que ya dejaste. Este es el gran sacrificio que pagamos como nómadas.
Pero una vez que aceptamos y entendemos cómo vivir con ese sacrificio, nos fortalecemos en lo que sí podemos hacer, en lo que podemos entregar, y en la mejora para nosotros y todo aquel que nos acompaña.
La sabiduría que logramos alcanzar no es en vano. Conseguimos dar mucho con el poco equipaje que cargamos. Entendemos que un abrazo y un beso en un aeropuerto puede ser el último que entreguemos, y lo damos como si nunca hemos de amar otra vez.
No lloramos con frecuencia pero cuando soltamos lágrimas, es por una herida que nos pesa muy a fondo. Y continuamos en movimiento. Siempre teniendo claro que detrás de cada nube gris y niebla cubriendo el camino, hay un resquicio de esperanza al final de la montaña.
Apenas nos pusimos en dos pies
Y nos vimos en la sombra de la hoguera
Escuchamos la voz del desafío
Siempre miramos el río
Pensando en la otra rivera
Somos una especie en viaje
No tenemos pertenencias sino equipaje
Vamos contra el polen en el viento
Estamos vivos porque estamos en movimiento…