Tu no buscas por amor, porque ya eres amor.
Y cuando tu eres amor, este viene a ti, porque es lo que tú eres.
El simple hecho de buscar por él,
te empuja en dirección opuesta
y puede llegar a frustrarte,
ya que crees que falta en tu vida.
No necesitas amor,
lo que necesitas es recordar
que ya eres amor.
Hace cinco meses atrás, escribí este recordatorio. Y qué tan cierto lo encuentro hoy.
Muchas veces estamos en busca de una conexión que le de vuelco o un significado prometedor a nuestras vidas. El cansancio de andar, interrumpe con las posibilidades de encontrar ya sea en una pareja, profesión, familia, o en el viaje espiritual, parte de ese significado. Y en el camino, nos llegamos a perder a nosotros mismos.
Pero lo que muchas veces no vemos, es que el amar no depende nunca de una situación o causa externa. El amar nace de la necesidad de evitar sufrimiento. El amar es practicar compasión y tolerancia con nosotros.
Es darnos un espacio de reflexión de todo lo vivido, y reconocer la fortuna que se nos ha cruzado en el camino. Es ser dóciles cuando hablamos con nuestro yo interno. Es darnos la posibilidad, en medio de la confusión, que el silencio nos de claridad.
Para mí, llegar a Colorado fue un viaje de sanación. Y como toda sanación, se ha llevado su toque de dolor, incomodidad, y soledad. Pero, sin haber cruzado todo ese mar de indecisiones, incertidumbres, y sosiego, hoy en día no reconocería el significado del amor.
Como dijo Edith Piaf, “Si tuviera que darle un consejo a una mujer, ¿cuál sería? Que Ame. Si tuviera que darle un consejo a una joven, ¿cuál sería? Que Ame. Si tuviera que darle un consejo a una niña, ¿cuál sería? Que Ame”.
Amar fundamentalmente, nos provee con consciencia espiritual. Nos ayuda a entender el sufrimiento del otro, y a reconocer que muchas veces en nuestras diferencias podemos encontrar mayor similitudes de lo que imaginamos.
Está en darnos la oportunidad de crecer a través del amor, en perdonarnos con amor, y en fortalecernos por amor. Está en ver que las limitaciones que tenemos no son más que tapujos mentales y que una vez rompemos con esas ideas y aceptamos el amor que nos merecemos un mundo de sueños y posibilidades se han de cumplir. Es aceptar el camino que nos ha tocado, quizás no porque fue el que estábamos buscando, pero quizás verlo como el que necesitábamos en esta vida.
Recientemente, hablando con un amigo que se encuentra en Barcelona, España, me contaba sobre lo que quiere ver en su vida y los cambios que espera. Yo sin querer formar especulaciones de su trayectoria, le comenté que parte del proceso y el cambio está en entregarle a tus sueños tolerancia y amor. Poco a poco la vida te va llevando, en buena fe, a donde estás queriendo llegar.
Le comente de la leyenda de Janna cuando escala la Montaña de Fe. Donde hay una fuerte niebla haciéndole ver si la decisión que tomó de dejar su vida atrás fue la mejor. Qué garantías tiene Janna ante tanto frío y oscuridad, más que la fortaleza y el amor por sí misma de seguir escalando, con la esperanza de encontrar algo mejor al otro lado.
Y qué garantías tenemos todos ya que el momento ideal no existe. El momento perfecto no existe. Solo existe la motivación de querer amarse aún más de lo que este viaje a veces te promete. Amarse a pesar y en contra de todo lo que nos rodea. Amar sabiendo que estamos en búsqueda de un camino mejor, no uno perfecto.
En las palabras de Edith Piaf en su cancion, Non, Je Ne Regrett Rien:
¡No! Nada de nada
¡No! No me arrepiento de nada
Está pagado, barrido, olvidado
No me importa el pasado
Con todos mis recuerdos
He prendido el fuego
Mis decepciones, mis placeres
Ya no los necesito
Muy atras estan los amores
Y sus temblores
Muy atrás para siempre
Comienzo de nuevo en cero