Hector Salas-Gallegos

“A veces puedo escuchar mis huesos esforzándose bajo el peso de todas las vidas que no estoy viviendo”.  –Jonathan Safran Foer

Hubo un tiempo en el que me avergonzaba de ser del valle de Roaring Fork.

Me parecía que conforme crecíamos, había quienes les molestaba tener eso en común. Durante la secundaria y la preparatoria, nadie mencionó cuánto odiaban este lugar. Era como si un día hubiese llegado a la escuela y todos los niños estaban ansiosos por irse. O al menos así se expresaban . Pudo haber sido estimulado por las altas expectativas que surgieron sobre nosotros de repente.

Al final de la escuela secundaria fue cuando nos dimos cuenta de que no todos teníamos un plan determinado para el futuro. A algunos niños les gustaba fingir y hablaban de la universidad todo el día. Becas en el Este. Mudarse a tal o cual ciudad. Hablaban  de grandes sueños para dejar el valle y realmente empezar a vivir sus vidas. Otros no decían ni una sola palabra sobre el asunto, pero de cierta forma decían lo mismo. Con respecto a nuestro futuro, algunos de nosotros estábamos seguros y otros no. Odiábamos el valle porque no podíamos esperar el día en que nos iríamos y lo maldecimos porque aún no podíamos. De cualquier manera, fue el pobre valle el que provocó la ira de todos.

Veíamos las posibilidades de lo que podría ser. Las circunstancias de todos los demás eran como gemas que brillaban un poco más que la humilde roca que nos habían dado.

Me gustaría informarle que a las personas que no son de nuestro valle les gusta burlarse de eso. Digo que soy de Rifle y hay un momento en que se ríen y esperan que lo maldiga. Casi se disculpan por tal crianza. 

Una de las preguntas que siempre me asombra es, “¿de dónde eres?” Me gusta decir Phoenix porque nací allí y al mismo tiempo me distancia de Rifle, donde crecí. Como si fuera mi desgracia acabar allí.

Antes estaba dividido. Conozco los caminos aquí. Los mejores lugares para comer. Donde vivían mis amigos. El lugar y la vez donde esto y aquello sucedió. En Phoenix, sólo sé que… hace calor.

No fue hasta un trabajo o dos después de la universidad que comencé a aceptar de dónde soy. Por trabajo, iba a los eventos de la comunidad. Construí relaciones con gente que ha estado aquí mucho más tiempo que yo. Solía ​​tener la sensación de que me estaba arraigando cada vez más en la región. Como si nunca fuera a escapar.

Pero con el tiempo, mi temor de comprometerme por completo se esfumó. En la gente de el Roaring Fork encontré resiliencia. Tenacidad y coraje. Dolor y agotamiento. Honestidad. Adaptabilidad. Duelo. Fortaleza.

Es algo hermoso hacerse un adulto en el mismo lugar donde fuiste un niño. Vi la complexión de mi valle por primera vez el verano pasado. Era hermoso e imperfecto. Conocí gente, escuché historias. Aprendí sobre el aliento de nuestro valle. Ayudado aquí y allá. Para mejorar. Para construir.

De vez en cuando manejo hasta Rifle y veo las hermosas montañas que lo rodean. Pienso en lo afortunado que soy al haber sido criado en su cuna. El Roaring Fork siempre será parte de lo que soy. No porque no pudiera escapar, sino porque pude abrazar su espíritu. Accedí a ser parte de su imagen y al hacerlo, sentí un abrazo cálido que me permitió dejar caer la vergüenza y reemplazarla con un sentimiento de poder.

De vez en cuando, me encuentro con alguien de la secundaria. Nos miramos asombrados, o al menos así los miro yo . Me alegra saber que no fui el único que se quedó  para darle vida a este increíble lugar.