Brisa Farfan Fernandez, Foto de cortesía

Por Brisa Farfan Fernandez

Me encantaría empezar siendo lo más honesta posible. Esto no ha sido escrito con la intención de animar a otros a tomar la decisión que yo tomé, mucho menos a llenarte de dudas si es que decides tomarla. En este mundo es complicado encontrar algo tan simple como lo es la honestidad. 

A mi me cuesta ser honesta la mayor parte del tiempo, sorprendentemente, eso es lo más sincero que he dicho hoy. Quiero ser lo más transparente posible contigo y que sepas que lo que has llegado a sentir en algun momento no es algo fuera de lo normal, tampoco es algo tonto, es un sentimiento tan real como lo somos nosotros. 

Hoy quiero hablarles sobre, emigrar, pero, ¿qué es emigrar? ¿Irte de tu país para convertirte en un extranjero en uno completamente diferente? No, emigrar es algo mucho más complejo. Es decir, ¿cómo no podría serlo? Una decisión tan grande como esa viene atada a muchos sentimientos intensos. 

Tenemos la emoción la cual se encuentra en la idealización de la palabra, miedo, tan temeroso como siempre, se esconde detrás de los sueños (le teme a la intensidad de la emoción). Pasión aparece en nuestro camino a los sueños, la confusión recorre nuestros pensamientos llenándolos de preguntas sin respuesta, nuestra querida amiga esperanza nos visita junto a sus mejores aliadas, la fe e ilusión. Depresión (gigante criatura) te consume cuando todos estos sentimientos se apoderan de ti.

Aquellos sentimientos no siempre vendrán en ese orden, tal vez, cuando se manifiesten ni siquiera tengan un orden en lo absoluto, tal vez solo exploten y reaccionen unos contra otros. Algo que simplemente podría acabar con cualquier persona, entonces, ¿cómo podemos estar preparados para esa oleada de emociones? La respuesta es, no hay manera, sin embargo, puedes escuchar, ver y aprender de muchas otras historias.

Desafortunadamente, tal vez no encuentres tu historia en la de otros, pero encontrarás una gran comunidad de personas que se han sentido igual de perdidas que tú en algún momento. Encontrarás comodidad en otras culturas, encontrarás carcajadas en chistes que nunca habías escuchado antes en tu tierra, descubrirás colores que jamás hubieras podido imaginar de no haber tomado aquella decisión. 

Emigrar, tan dolorosa decisión pero emocionante a su vez. Lo fácil que es querer dejar todo atrás para tener un nuevo comienzo, “una vida mejor”, pero no se habla de lo difícil y aterrador que es dejar todo atrás y olvidarte de esas personas que en algún momento significaron todo para ti, despedirte de los domingos familiares. Dejar atrás esas reuniones con tu grupo de la infancia, despedirte de los que amas porque tal vez nunca los vuelvas a ver y aunque se te dé la oportunidad de hacerlo, entonces ya no serán los mismos, solo te queda irte aceptando que ya no sabrás tanto de su vida como en este momento. 

Emigrar es algo hermoso y aterrador, la soledad te invade aunque trates de evitarlo, entonces caerás en cuenta de que ya no eres la misma persona que fuiste al tomar aquella decisión. Soy consciente de que no lo hago sonar tan prometedor como la gente suele hacerlo ver, pero una cosa que emigrar te enseña, es a ti mismo.

Al entrar en aquella inevitable soledad solo te queda conocer a la única persona de la cual no te percataste antes, ese misterioso ser que se encuentra atrapado en un espejo, el emigrar te invita a descubrir qué es lo que hace de ti ser tan humano porque al final del día somos quienes somos. 

Sí, tengo un acento porque fui criada por personas que adoran cantar al hablar, enfatizando el sonido tan rico de la “rr”. Sí, me considero una persona apasionada, mentes limitadas prefieren llamarle “intensidad”, algo que fácilmente hace dos años pudo mandarme a mi cama a llorar, cuestionando el ¿porqué tengo que sentir tanto?, esa siempre fue la palabra clave a la cual no le presté mucha consideración, “tanto”.

Claro que siento tanto, porque siento mis emociones a profundidad, yo no sé sentir a medias, eso no es algo que mis tías me hayan enseñado. Ellas solían reír a carcajadas, ya saben, de esas que te dejan sin aliento, esas buenas carcajadas. También recuerdo cómo gritaban al estar molestas porque necesitaban sacar todo de sus sistemas, y al tocar la puerta buscando perdón ellas ofrecían las más sinceras disculpas provenientes de un corazón cálido. 

Amo ser apasionada porque recuerdo cuando mis tías gritaban de emoción al disfrutar de un buen vino tinto contando sus anécdotas de cuando eran jóvenes o como diría mi tía Sandra, “chibolas”. Así que gracias emigrar, fuiste una decisión difícil y aunque muchas veces no tuve la opción de escogerte, me presentaste a mi compañera más leal, quien me enseño lo hermoso de admirar y conocer otras culturas, yo misma. 

Mi nombre es Brisa, una adolescente orgullosamente peruana, tengo 18 años. Me mudé a Colorado hace dos años y desde ese entonces empecé a conocerme a mí misma. Descubrí que me apasiona la poesía tanto como la música, encontré mi pasión la cual se encuentra en el arte.